viernes, 16 de marzo de 2012

De nada sirve arrojar luz sobre el ocaso


El tiempo que se anula renace de sí mismo
ni siquiera responde a los que van pasando

Robert Desnos


LAS MUÑECAS peinadas por tus manos
mientras aullaban los castaños rojos
y en los patios dormía el jazminero;
esas mismas muñecas cuyos nombres
eran Nisa y Juani,
                          Imperio y Petra
volví ayer a encontrarlas,
desnudas y sin orden,
en el cajón de sombras de la mente
donde las cosas muertas nos observan
y murmuran reproches
                                de polvo y cataclismo.

Las encontré, guiñapos maltratados,
retazos de percal y fieltro blanco,
con sus pieles quemadas de distancia
gritando como gritan
los hombres que lloraron
ante el círculo negro de la bestia.

Nisa y Juani,
                   Imperio y Petra,
dije diciendo entonces que de nada
sirve arrojar mi luz sobre el ocaso,
proyectar contra el Tiempo la memoria
cuando ya has aprendido que la noche
erigió su escombrera amarga,
                                           su eclipse y su diluvio
sobre aquellas muñecas que peinaste
y esta casa que entierra sus recuerdos
en el cajón de sombras de la mente. 

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