Calima.
Brillo en la noche.
Los cigarros
se encienden como lámparas
restándole fuego
al infierno que brota
bajo las farolas.
La mujer que vende encendedores
espera, quieta
junto a los mástiles
que mueven la ciudad
de las esfinges.
Yo sólo entiendo, como entienden
ciertas criaturas
desgajadas del sol,
la piel
de las cosas que arden
hasta derretir su apariencia.
Y quizás sea eso,
junto al ascua
de este cigarro,
lo que me ha sido dado
para brillar.
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