DESCONFÍO DE las torres que obstaculizan el vuelo de los pájaros.
AL CONTEMPLAR, durante largo rato, el límpido cielo nocturno, el inmenso arco cuyo sinuoso vaivén provoca la inaudible música de las esferas, intuyo que el infinito se encuentra poblado por islas hechas de un fuego que ya no existe, pero cuya luz, desligada físicamente de su origen, pervive como huella de lo extinto, avanzando incansable a través de oscuros valles cósmicos y furiosos océanos de neón incandescente.
TODO DESEO inaugura un comienzo y, también, la posibilidad de su irrealización.
PERMITIR QUE la luz (la gracia) nos cale y traspase como lo hace el rayo a través de la nube: iluminando su interior sin destruirla
EGOS MINÚSCULOS, casi deformes, en cuyas médulas hemos inyectado comprensión y tolerancia sin medir la dosis precisa, ahora se han convertido en perros inmensos, tumefactos, capaces de exigirnos adoración y ceguera. En las puertas de sus hogares debería leerse: CAVE, CANE.
CIERTOS ATARDECERES nos atrapan, inexorablemente, en esa gota de ámbar cristalizado que es la contemplación.
AQUELLOS QUE se dicen altruistas lo único que suelen hacer es ejercitar esa forma atrofiada de prepotencia que llamamos piedad, la cual los invalida para recorrer el largo camino de los hombres generosos.
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