MIENTRAS TIENE lugar el colofón diurno de la luz intento vislumbrar los edificios y las copas de los árboles. Esta hora pertenece al orden dorado de la belleza, aunque en los límites de la bóveda, donde horizonte y mar se confunden, hay jirones que van del rojo al anaranjado, pasando por ciertos matices púrpuras que transmiten una insólita calma. El día se proclama luminoso y el cielo parece imitar a Giotto. Las fachadas y las hileras de árboles arden en busca del punto crítico del brillo, en busca de la saturación, como si, de pronto, fueran a extinguirse en un fogonazo blanco e inevitable; un fogonazo tras el cual serán remplazadas por arquitecturas etereas e imposibles vegetales de luz exenta, sola: luz extraída de la última (y legendaria) visión de Goethe.
LA VOLUNTAD estética es a las palabras lo que la idea de infinito al hombre: la necesidad de integrar el tejido de lo real a un equilibrio trascendente.
A VECES el ojo deja al descubierto su propia voluntad y reclama determinadas imágenes sin que seamos plenamente conscientes del por qué. Quizás sea esa la pulsión del hombre primigenio, la luz que inunda la mirada del viajante cuando se topa con algo que había imaginado innumerables veces, pero que nunca antes había contemplado. Pienso en los ojos Tales de Mileto y tengo la certeza de que fueron azules.
TODO RITO que se efectúa en torno al final de la conciencia no es más que una retórica del pánico.
WALLACE STEVENS: Los grados de metáfora. El objeto absoluto ligeramente ladeado es una metáfora del objeto.
LA FLOR, desterrada de los presupuestos poéticos actuales por considerarse símbolo bucólico, reivindica ahora una posición insólita: señalar el inicio del declive de aquello que ostenta su forma y, a su vez, marcar la renovación sobre dicha decadencia.
CUANDO MIRAS la flor y piensas en la posibilidad del fruto crees en la esperanza.
TEOGNIS DE Mégara nos planteó este enigma: Un cadáver marino me ha llamado hacia su casa, un muerto que grita con boca viviente.
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