EL CIELO amanecido
coagula en la clemátide
cuchillos luminosos.
La figura de un mirlo
emerge entre las frondas
manchadas de silencio.
Su canto es una hoguera
que calcina el contorno
del dios de la mañana
y penetra en el párpado
de la mujer que duerme
desnuda entre las mieses.
En su sueño se engendra,
cálida y misteriosa,
una gota de sangre
y en el cuerpo de Mónica
esa gota de sangre
adquiere su materia.
El pájaro que danza
bajo el cielo del mundo
y al avanzar esparce
su belleza y su signo
ha erigido el presagio,
ha dicho la verdad.
Cuando caiga la tarde
y el polvo en la clemátide
nos recuerde la muerte
desde el centro de Mónica
germinará la luz
de un tiempo inconsumable.
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