domingo, 30 de septiembre de 2012

Expresión fonénico-simbólica sobre sucesión de Fibonacci para Séismogrammes I y II de Henry ‬Pousseur






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Apuntes XXXIX



SUFRIR NO puede convencernos. 




NOBLEZA DE la nostalgia: que las alas de la gratitud cobijen lo inolvidable.




ACTO DE insuperable crueldad: entregar al futuro un ser que, tarde o temprano, conocerá el frío.




AL MENOS una vez al día mirar a los hombres como si fueran desiertos.




MIENTRAS ELLOS buscaban una posición él tejía una estrategia. 




CIENTOS, MILES, millones de hombres reunidos en torno a un sólo fuego y hablando, sin parar, consigo mismos. Los diálogos, aquí, emergen por coincidencia entre monólogos, pero realmente nadie se dirige a nadie, nadie habla con nadie. Al cabo de un tiempo el fuego pierde fuerza, la profundidad de la noche se acentúa y crece el frío. Cientos, miles, millones de hombres amenazados por la inminente extinción del fuego, pero incapaces de cooperar entre ellos, incapaces de reavivar la hoguera.




EL DESEO exige, el amor dialoga.




CUANDO GASTEMOS todas las sonrisas cualquier gesto parecerá un despilfarro. 

Apuntes XXXVIII




LA CIUDAD es el escenario de un tránsito atroz que nadie ha logrado comprender. Ella planea tus pasos, dispone innumerables esquinas para recortar la voluntad de tu sombra, crea reductos para que tu sexo yazca tranquilamente y para que tu estómago calme su vorágine. La ciudad te entrega la torturada imagen de un mendigo como una amante te entrega un ramo de flores, esto es: para que no dejes de pensar en ella, para que siempre recuerdes su importancia. En la ciudad un hombre de gafas prepotentes te empuja una y otra vez, haciéndote cómplice de su propia mortalidad, y una mujer de voz aflautada y nalgas amarillas te reprocha acontecimientos que no conoces, blindada dentro del cubículo sucio de su estanco como un loro en su herrumbrosa jaula. Yo sólo quería un mechero, dices entonces, avergonzado, en tanto vuelves la vista a la calle, sí, la calle; porque la ciudad se llama ciudad en la distancia, con perspectiva, pues cuando uno se encuentra dentro de ella, entre sus cables roídos y sus olores a restaurante chino y mierda de perro, la denomina calle, así, llanamente, como si decir ciudad fuera un acto demasiado solemne, un exceso ridículo e impropio de nosotros, los hijos de vecino que compran periódicos y bebén café y se masturban entre comidas. Quizás eso de decir ciudad y no calle sólo puedan permitírselo los ricos potentados que pasan largas temporadas más allá de sus semáforos y zaguanes, en cruceros por el Adriático o en islas salpicadas de bronceado y semen. Y es que ellos, los señoritos, al poder recobrar cada poco la perspectiva sobre su propia ciudad, al no ser plenamente conscientes de la intemperie callejera, que tanto pesa en el hijo de vecino, pueden permitirse el lujo de hablarle de frente a la ciudad, cara a cara, pero con modales. Porque a la ciudad el reduccionismo de calle le resulta, por grande que sea la calle y pequeña que sea ella, una obscenidad propia de quinquis escandalosos, una falta de tacto, como llamar niño a un adolescente o puta a una puta. Y como es regla de siempre y conocimiento de todos que de lo que se da se recibe, la city, al recibir nuestra metonimia de suburbio, nos entrega su huracán de solares abruptos, sus gordas flebíticas, sus pasos de cebra, sus yonkis de piel oscura, sus vallas publicitarias, sus parkímetros reventados, su olor a sopa y chatarra. Porque la ciudad se venga y como venganza ella te prepara, a la vuelta de la esquina, un delito a punta de pistola, una violación de rellano o una vieja muerta en medio del asfalto a la que puedes observar y compadecer de la única forma que sabes, alegrándote de no ser tú el que se encuentra ahí, tendido a quince metros de un pan todavía caliente. 




LA INDIFERENCIA es el factor que en mayor medida la historia concede a los hombres.  




DESDE EL romanticismo el amanecer parece haber sido descartado como presupuesto estético en las diversas manifestaciones artísticas -incluso la famosa obra de Monet, «Impresión: sol naciente», transmite más crepúsculo que aurora. Tal es así que una especie de sentimiento de ocaso ha envuelto nuestra cultura desde entonces, como si olvidando la posibilidad de un nuevo día rindiésemos un tributo etimológico a este Occidente que no acaba de anochecer y que, desde su constante estado de tránsito, no puede más que engendrar patrones estéticos que se rigen precisamente por esa transitoriedad.




SI LA holgazanería no formara parte de la condición humana, todo el esfuerzo que necesita la violencia para concretarse en agresión sería aplicado constantemente entre los hombres. Ser holgazanes ha impedido que nos extingamos.





EL ÉXITO de la mentira radica en que es capaz de camuflar la vulnerabilidad de nuestros pensamientos.




-¿CUÁL ES el fin último del hombre, maestro?
-No tener fin.



EN LA gravedad del niño que juega en solitario se oculta la esperanza de otra humanidad posible.

Apuntes XXXVII




LA MENTIRA es experta en hacer funambulismo entre el cielo de la imaginación y el mar de la vergüenza.




EN LA barbarie de la inmediatez incluso la invisibilidad es motivo de acusación.




-TEMO EL paso del tiempo, -dijo el alumno a su maestro mientras contemplaban las fuertes lluvias del otoño.

-Yo también, -dijo el maestro. Al instante se levantó. Recogió con calma todas sus pertenencias y, en silencio, se marchó del monasterio para siempre.

La lluvia duró otros cinco días más.




EL TIEMPO es el sentido que las palabras necesitan para convertirse en enseñanzas.




HEIDEGER: «Hoy en día pensamos a menudo que estamos haciendo un honor especial a algo cuando decimos que es interesante. En realidad, con este juicio se ha degradado lo interesante al nivel de lo indiferente para, acto seguido, arrumbarlo a lo aburrido.»

Apuntes XXXVI





UN POEMA tiene que empujar al ocaso todo entendimiento y, a su vez, ya casi al final, proponer un amanecer único repleto de esperanza para tal entendimiento. 




EN LA decibilidad de su pensar reside la fuerza de su convicción. No es más que un charlatán.




UN GIGANTESCO animal de bronce con pulmones de diamante me ha acompañado a lo largo del día y de la noche. Ahora soy todo ojos. 




UN POEMA sin el ímpetu armónico de las esferas no es más que la confesión sibilina de un insensato.




LA CORTESÍA suele ser el procedimiento más práctico que el cobarde emplea para acomodarse.