lunes, 29 de octubre de 2012

Apuntes XLV


                                         


UN ANIMAL devorado por el eco de su propio ladrido.





SE DISTANCIÓ tanto de sí mismo que incluso a dos palmos del espejo su imagen continuaba borrosa. 





QUE CADA día fuera como una de las múltiples lentes que componen un caleidoscopio. De este modo, al cabo de veinticuatro horas, descubriríamos una morfología totalmente nueva de las cosas, siendo aquello que se mantiene cotidianamente inmutable lo único reconocible por su situación en el espacio. Lo demás, incluso el hombre, no podría ser identificado, por lo que habitaríamos en un océano de estímulos apabullantes, convencidos de encontrarnos absolutamente solos en dicho mundo. Lo más probable es que nuestra existencia durara unos poco minutos de percepciones atroces. Aún así sería tiempo suficiente para que nuestra mente se preguntase qué diablos hay ahí fuera.

  




EL POETA debe afilar la luz que recae sobre la materia como si de un cuchillo se tratara.  





EN TU cocina
cerca de los cuencos
ríen las cebollas.



QUE DE entre siete mil millones de individuos cada uno posea una voz diferente y que, además, cada una de esas voces provenga de una forma de pensar única que nunca podrá ser idéntica a la de otro individuo, me conduce, cada día, a sentir una sensación de vértigo desconcertante: el abismo de lo heterogéneo. Y es ese abismo, esa condición divergente que forma parte de la esencia que constituye la humanidad, uno de los factores primordiales que, desde hace ya unos doscientos mil años, nos hemos empeñado en gestionar de la manera más equilibrada posible, sin saber, hasta hace relativamente poco tiempo, dónde se hallan los límites que nuestra condición, insalvablemente diferenciadora, nos impone como especie. 





NUESTROS ANCESTROS más antiguos se comunicaban en khoisán: la primera lengua de la humanidad, cuyas consonantes sonaban al peculiar "chasquido" que producen los besos.





EL POEMA como fruto del vino que deshilacha palabras.




SÓLO QUIERO morir un poco menos.

Apuntes XLIV





EL MIEDO es la intemperie del espíritu.






FLUYE HASTA que veas cómo caminan los ríos.






DICEN QUE habrá más de nueve mil millones de personas en el mundo en 2050 y, de acuerdo a los niveles de nutrición de hoy en día, esos nueve mil millones ingerirán comida como si fueran trece mil millones. La edad del Universos, hoy por hoy, se estima en trece mil millones de años, por lo que en el  2050, si con anterioridad a esta fecha no aniquilamos o somos aniquilados en gran medida, nuestra vorágine hará que cada hombre sea un año de la edad del Universo.   






ACRÓNOPOS DE Mégara: «...un escorpión nunca podrá alimentarse de halcones.»






LA OSCURIDAD me acoge entre sus signos.





CADA DÍA, durante años, he transitado un puente cuyos márgenes se encuentran custodiados por leones de piedra.  Los leones están cubiertos de líquenes y considerablemente carcomidos por el salitre del océano próximo. El paso del tiempo parece que les ha ido restando su condición felina para convertirlos en criaturas semejantes a esfinges del desierto. Desde hace unos dos años, también cada día, me cruzo en ese mismo puente con un muchacho de cabello largo, ojos claros y gesto demasiado serio para su edad. El muchacho, de unos veinte años, suele avanzar en dirección contraria a la mía y siempre con la vista clavada en tales criaturas. Su forma de mirar emana una calma extraña, paradójica en cuanto al grado de inquietud que implanta en el buen observador. No es habitual que un muchacho preste su atención a los mismos objetos durante dos años, siempre con un rictus idéntico en la cara. Me pregunto si tendrá una respuesta diferente para el acertijo planteado por la esfinge.




DENTRO DEL vaso
la frágil piel del sol
flota en silencio.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Apuntes XLIII








ANDRÉS SÁNCHEZ ROBAYNA: «...el poeta busca una moral de la imagen, un destino moral para sus imágenes.» 






LA SOLEDAD de un concepto que no obtuvo definición y al que ahora sólo le queda vagar por los idiomas, de lengua en lengua, mendigando un rincón de diccionario.





RECUERDA QUE sólo estás en una imagen de lo que eres.





ABANDONO UN libro (Diálogo de heteras de Luciano de Samósata) entre las frutas de un puesto del mercado y me aparto varios metros. Cuando se aproxima la hora del cierre veo una señora de edad muy avanzada que extiende su mano hacia el libro y lo coge. Seguidamente lo huele como si de una manzana se tratase y, después de cerciorarse de que nadie la está mirando, se lo lleva al bolso, satisfecha. Luego la anciana, con pasmosa serenidad, compra plátanos, aguacates y peras. Cuando sale del mercado introduce una mano en el bolso, saca el libro, se detiene para olerlo otra vez y, con un extraño gesto de repulsa, lo arroja a la primera papelera que encuentra. Los caminos del hombre son inescrutablesme digo, en tanto voy hasta la papelera y hundo mis manos en ella. No sin cierto apuro imagino lo que diría de mí un conocido o un pariente que me descubriese, en este momento, buscando un libro entre latas de cerveza, pañales de bebé y colillas; un libro en el que, además, sólo aparecen prostitutas.







FRANCISCO UMBRAL: «Estoy oyendo crecer a mi hijo.»






SU CORAZÓN se desenvuelve con la soltura de las garzas. 






DE IGUAL
a igual
transita, 
cuerpo,
EL 
cuerpo 
des
   truído 
de la espiga;


de igual
       a igual
pro
núnciala
y abre,
al 
filo
de la luz,
EL 
secreto
que,
de igual
a igual,
       rige
-piedra-
EL 
ávido
fondo
de lo ya,
para sí,
estéril.
     





CABRÍA IMAGINAR una religión que rinda culto a los espacios y que considere la luz como una divinidad; una religión cuyos fieles orasen con los ojos muy abiertos frente a estepas, valles, océanos, montañas... La arquitectura, en este nuevo culto, ocuparía el lugar de la blasfemia. Asimismo, palabras como ciudad, claustrofobia, ascensor o alcoba se encontrarían repletas de connotaciones infernales. El sacerdocio recaería sobre aquellos que nunca han necesitado un techo para vivir, especialmente en los vagabundos. Además, los hombres incapacitados para ver serían considerados místicos, ya que sólo ellos accederían al sentido oculto de la divinidad, siendo,  a su vez, los únicos que pueden dormir cerca de los bosques, en cabañas cuya altura nunca podrá superar la de los árboles.






FRANCISCO LEÓN: «Piensa en un planeta alejado a millones de años luz de cualquier otro. Piensa que ese planeta se separa de sus hermanos y viaja en solitario hacia las profundidades incognoscibles del universo, que arde en llamaradas mientras gira hacia el abismo en un ritual de auto-incineración fuera del alcance de los telescopios más insidiosos. Arde para sí mismo hasta agotarse como una vieja estrella gélida, abandonada en la oscuridad. Eso has de ser.»






UN ARMA es la prolongación más brutal de la soledad humana, por eso todos se alejan de quien está a punto de disparar.






VIVO EN un sexto piso. Cada piso tiene siete apartamentos numerados. Cada uno de los seis pisos es idéntico, al igual que cada puerta, la única diferencia son las letras y los números que hay grabados en las pequeñas placas que coronan los dinteles: desde el apartamento primero A hasta el séptimo G. Yo me encuentro en mi  apartamento, solo. Hasta hace dos años y medio vivía con tía Emily, pero ahora ella está muy vieja y vive en una residencia, lo bastante loca como haber adoptado como mascota un cojín. Es medianoche. Estoy en la cama desde las diez, en un incómodo estado de duermevela. De pronto un sonido punzante me devuelve a la vigilia. El sonido dura unos cinco segundos, pero como no puedo asociarlo a una fuente conocida, me sobresalto. Enciendo la pequeña lámpara. Busco mis gafas para cobrar seguridad sobre mis actos, para poder profundizar con la vista en la procedencia del desconcertante sonido. Después de unos treinta segundos vuelve esa punzada metálica y espesa. Mi imaginación estalla entonces impelida por el miedo. Un bebé que se ahoga en silencio. Una rata atrapada en una cañería. Un ladrón que intenta forzar la cerradura. Me incorporo de la cama y voy encendiendo todas las luces del apartamento. Luego enciendo la televisión y subo el volumen hasta el nivel sesenta. El sonido vuelve, con la misma intensidad, con la misma precisión que lo torna no identificable. Fugazmente pienso en los escalofriantes relatos de Poe, pero detengo las piruetas de mi imaginación y miro por la ventana, dentro de la nevera, en la boca del calentador, en los sumideros y los grifos del baño y la cocina... Nada. No encuentro nada que pueda provocar ese sonido tan ambiguo como terrorífico. Durante varias horas doy vueltas por mi apartamento. El sonido continua y continua, imperturbable. Al cabo, me derrumbo entre los cojines del sofá y, resignado, me dejo vencer por las tretas que la mente hilvana para caer en el sueño, aunque tales argumentos no tardan en desmoronarse cuando, justo antes de sucumbir, recuerdo el cierre hermético del recipiente de café y también la cabeza del pequeño yorkshire que, hace ya tres años, le escondí a tía Emily allí dentro.






-MAESTRO, HE oído decir que, a veces, la vida nos entrega una versión más luminosa de sí misma.

-¿Y al respecto tú qué dices?

-De niño, en la Península de las Garzas, fui muy dichoso. 

-Pues entonces esfuérzate, querido, para que la sombra más profunda que te conceda
 la vida sea esa, sólo esa.

Esa noche el maestro lloró.

lunes, 15 de octubre de 2012

Apuntes XLII


                                   




-¿Y SI las armas pudieran retractarse? -preguntó el alumno 
mientras se disponía a pelar una naranja con su cuchillo.

-Entonces las manos nos dejarían solos, -respondió el maestro.

Seguidamente la naranja cayó al suelo, intacta. 





CUANDO SE quitó la máscara dejó en ella sus ojos. Luego lo vio todo más claro.






AQUEL HOMBRE te puede derribar de un plumazo, lo cual dice mucho de su condición avícola.






GALLINAS AVENTANDO las cenizas de un muerto.





NO EMPLEES un mazo para derribarme, pues con un arma así no sólo reconocerás tu odio, sino que también estarás admitiendo mi extraordinaria dureza, mi edificada presencia, mi condición de ídolo. 





RESULTA MUY triste que ese hombre haya gritado tanto que su entumecida voz, hoy por hoy, rinda un tributo perfecto a la palabra barbarie. Y es que mientras sólo hablaba, el resto podía pensar o decidir su intervención, postular cierta perspectiva e, incluso, rebatir determinados puntos. No era, por decirlo de algún modo, grosero. Nadie tenía que llevar sus manos a las orejas o distanciarse varias decenas de metros o fantasear con mordazas. Ahora, sin embargo, sólo hay gritos semejantes a los que pueblan, a altas horas de la madrugada, ciertos mataderos municipales en los que la muerte, de pronto, se extiende como un presentimiento por el ganado. Ya no hay posibilidad de diálogo porque su voz, totalmente afónica, se ha vuelto ininteligible, repleta de tonalidades selváticas y aullidos simiescos que sólo significan que un animal atroz se ha cuajado en su mirada negra. Los que pasan cerca de la casa donde él continua gritando no piensan en un hombre, pues son incapaces de asociar ese barullo cavernario al sonido que emite una garganta humana. Por eso, cuando aquellos que lo conocieron se aproximan a su hogar, bajan la cabeza y guardan el silencio profundo de quien se sumerge en el recuerdo. También, de vez en cuando, alguno de ellos se deja atrapar por las redes emotivas de la falacia y, con la voz repleta de nostalgia, susurra: 
«Ay, lo que pudo haber sido.» 





SE CERRÓ de tal manera sobre sí mismo que acabó por morderse el corazón. 





TALMUD: «Ay del pueblo cuyos jueces tiene que ser juzgados.»







CUANDO LA estrechez de miras se instala en los ojos de un hombre, una simplificación drástica del mundo en el que vive no tarda en apoderarse de su conciencia. Demasiado cobarde como para aceptar la ingente cadena de hechos y acontecimientos de la que proviene y en la cual se encuentra inmerso, este hombre no dudará ni un segundo en responder con violencia ante cualquier complejidad que se le presente, pues dicha complejidad será considerada por su instinto de conservación como un ataque a ese paraje que su mirada abarca y que él, sumido en la completitud que su simplicidad le otorga, ve como si de un todo se tratase.





HAY MÁS verdad en lo que trata de decir un hombre que en aquello que finalmente dice. 





LA LUZ como religión de los espacios.  




jueves, 4 de octubre de 2012

Apuntes XLI






PERVERSIÓN DE los humildes: convencerse de ser los únicos que practican la humildad.




DOS HOMBRES que reprueban la existencia de otros y les atribuyen maneras y formas erróneas de vida. 


Dos hombres que recurren a conceptos semejantes a la idea de víctima para reforzar un aislamiento que nunca ha existido. 

Dos hombres que tratan de instaurar en su nicho social la creencia de que lo otro, aquello que sigue su propio cauce sin reprobar ningún otro cauce, es débil, ridículo, pasivo y sintomático de un mal profundo que proviene de las entrañas socioculturales. 

Dos hombres que se quejan de la pérdida de valores y que emplean esa queja para revalorizar su propia valía y así conciliar el sueño profundo del que se cree sobre la atalaya de la verdad unívoca. 

Dos hombres atados al potro del prejuicio, decidiendo lo bueno y lo malo sin saber que la más perniciosa de las simplicidades radica precisamente en los maniqueísmos. 

Dos hombres que creen haber vivido casi todo y que lo único que han hecho con esa creencia es edificar el coto de sus respectivas resignaciones. 

Dos hombres que quisieron ser otro hombre que ya era la provincia de otros. 

Dos hombres que, al fin y al cabo, son un sólo hombre irreconciliable, un enemigo de sí mismo bautizado bajo el signo de yo.       




EL FRÍO lo convenció de que la sangre no existe.




PODEMOS NEGAR con seguridad la existencia de Dios, pero jamás podremos negar su esencia, ya que ésta es producto del hombre que se rebela contra su propio fin. 





REPROBAR Y condenar el orgasmo, sacralizar hasta la veneración el éxtasis: norma inquebrantable del catolicismo. ¿Acaso saben los señores de la iglesia que, de lo contrario, incluso el hombre más burdo y simple sería un iluminado perpetuo, un místico de su propia corporeidad?





AQUEL QUE analiza un mapa y no palidece de miedo ante la infinitud de fronteras que hemos trazado está realmente perdido.




LA HILARANTE seriedad de los seres graves.

Apuntes XL







LOS MEDIOS de expresión de las sociedades actuales, diseñados para que cualquier viso de intelectualidad sea contemplado como un atropello a ese sensacionalismo populista de los vendedores de humo, poseen como campo de acción un espectro baremado entre la estrategia del shock y la rauda y vacua retribución del show. Y es  dentro de esos límites, en ese seno infestado de carcajadas histriónicas y desconcertantes gritos de pánico, donde se han desarrollado formas de interpretación tumefactas y falaces que el ciudadano, en su afán por situarse en aquello que acontece, ha alzado a la categoría de verdad unívoca.     




DOBLE HOJA de la sociedad de la inmediatez: poder intercambiar todo tipo de información, pero sin haber reflexionado previamente sobre la valía de dicha información.




LA BELLEZA exige lentitud para mostrarse.




LA ÚNICA forma de saber dónde se encuentra la frágil y casi imperceptible frontera que divide intuición y fracaso es cruzándola muchas veces.  






UN CUCHILLO recién afilado con la palabra amor grabada en la hoja.




EL NOMBRE de su enemigo debe tener un sabor formidable, pues nunca, bajo ninguna circunstancia, se lo quita de la boca.