miércoles, 29 de febrero de 2012

Apuntes X


AL IGUAL que el metal, que al ser golpeado con el mazo exige del herrero un ritmo contundente y continuo para convertirse en espada formidable, así la palabra exige del poeta un pensamiento cadencioso y lo suficientemente lúcido como para transformarse en poema.



NADA MÁS frágil y solemne que una calandria que traspasa la piel del mediodía y se adentra en la morada roja de la tarde.



TRAS LEER a Paul Celan contemplo el nombre de dios en las sagradas escrituras. No tardo en percibir un silencio que proviene de más de un millón de gargantas enmudecidas.



LA CULPA es al verdadero arrepentimiento lo que el silencio a la palabra certera; el poso desde el cual florece y, a su vez, el principio tras cuya manifestación queda anulado.



SADE: Una vez recubierta la fosa será sembrada de bellotas, para que en lo sucesivo sepulcro y bosque se confundan. De esta manera los rastros de mi tumba desaparecerán de la superficie de la tierra, como espero mi memoria se borrará del espíritu de los hombres, excepto del pequeño número de los que han querido amarme hasta el último momento y de quienes llevaré un dulce recuerdo a la tumba.



AHORA que sobre el frágil telón de la materia
cae la mano del tiempo
volvamos al asunto de la luz
tornasolando el cuerpo hasta ocupar
la patria silenciosa de un espejo.



AL TRATAR de acceder a cierto tipo de conocimiento sin un método, sin una carta de navegación, ciertos hombres acabarán creyendo que se encuentran ante la obra de un loco, un monstruo del lenguaje o una burla impenetrable, incapaces como son de enjuiciar su propia ignorancia.



JUNICHIRO TANIZAKI: Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una irradiación y expuesta a plena luz pierde toda su fosforescencia de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra.



UN PENSAMIENTO demasiado oscuro, constituido por sombras, despojos y alimañas, bajará por las cañerías de la casa del ser corriendo el riesgo de perderse en las desembocaduras pestilentes de lo burdo e inexpresable. Asimismo, un pensamiento demasiado nítido, hecho de cristal y luz cegadora, subirá impelido por su poca gravedad hasta el tejado de la casa del ser, donde la nada gélida de la intemperie acabará devorándolo hasta hacer de él transparencia sin corporeidad ni contorno. Ambos pensamientos, si bien en su momento se originaron articulados por la palabra, están condenados al exilio, a la tachadura ominosa en la página del hombre-que-piensa, el cual, por un instante, ha intuído los límites de su propio hogar y la nada que lo circunda.

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