martes, 10 de septiembre de 2013

Aproximación de la pereza




La pereza se acerca,
con cuerpo de serpiente, al carpintero,
hace astillas sus manos,
enmohece los tablones en los templos.

El padre, por pereza, olvida a sus hijos,
se entrega al miedo, engorda
y charla con mulos ignorantes.

La pereza resta sensatez
a la cordura, quiebra el corazón
de  viejos amigos,
custodia la soberbia de los hombres,
guardianes de la nada.

Con pereza no vino a nuestro mundo
y fue instruído por sabios macedonios
el joven Alejandro. 
                           Píndaro, con pereza,
nunca pudo escribir el poema 
que evitó que su casa fuera demolida.

Pereza no es de buena familia. Se alimenta
del sudor y la sangre de los otros;
en las tierras de Circe
fue pereza y no Ulises la cornuda
y en el Juicio de Osiris es el golpe
que quiebra el equilibrio en la balanza.

La pereza asestó la puñalada
de Bruto a César,
condenó al viejo Sócrates,
permitió que los pueblos adoraran
la palabra de un dios,
el oro de un becerro y el vino de un banquete.

Pereza es mal agüero, muerte en las cartas, 
cuchillos afilados.

En el diván del opio
cuando apagan las luces,
las damas se reclinan y muestran sus pezones,
es ella la que incendia el escenario,
arroja su ropa a las hogueras,
                                            prende un neón
dentro del cráneo de una cabra. 

Porque pereza es sabia y monstruosa a un mismo tiempo,
edificó el hogar de nuestros vicios
y también el castillo del que odia,
diluyó la memoria del borracho,
no supo distinguir al asesino
                                        del valiente.

Con pereza no brotan manantiales.
Con pereza no sangran nuestros cuerpos.
Con pereza los árboles no aguantan.

Pereza es un contrato de por vida
con un oficio oscuro que detestas,
un país de mil demonios,
un pan que se deshace,
un cúmulo de polvo y cucarachas
en un rincón visible de la casa.

Las palabras no valen para nada.

Los gestos se contagian de pesar
y el aire se calienta como el fuego.

De continuar así
nunca terminaremos la estatua del caballo,
Homero no hablará de nuestra azaña
y será la ignorancia nuestra patria:

kata ton daimona eaytoy.


No hay comentarios:

Publicar un comentario