martes, 24 de septiembre de 2013

Calima.

Brillo en la noche.

Los cigarros
se encienden como lámparas
restándole fuego
al infierno que brota
bajo las farolas.

La mujer que vende encendedores
espera, quieta
junto a los mástiles
que mueven la ciudad
de las esfinges.

Yo sólo entiendo, como entienden
ciertas criaturas
desgajadas del sol,
                            la piel
de las cosas que arden
hasta derretir su apariencia.
               
Y quizás sea eso,
junto al ascua
de este cigarro,
lo que me ha sido dado
para brillar.


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