lunes, 19 de noviembre de 2012

Apuntes LII


                                          





EN LA pieza escultórica La Catedral, de Rodin, el temblor coagulado de una letanía silenciosa nos condena, por medio del mármol, a la contemplación eterna. 






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UN GESTO de caballerosidad con el idioma: cuando se trate de comas, que lo femenino pase primero.



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LAS LÍNEAS que conforman la historia se ajironan cuando interpelamos sus más concretas y atroces consecuencias. Sentarse con las víctimas, hablar con ellas,  es comprobar que esas líneas se retuercen sobre sí, conformando embudos de conflictos irresolubles en los que la sangre primero,  el silencio después y, finalmente, el tiempo, han dado apariencia cerrada a lo que continua abierto y a la espera. La historia como sentina de líneas quebradas, como conjunto de abigarrados fragmentos que se acumulan y acumulan los unos sobre los otros hasta formar una montaña, un espacio concreto y apabullante que cada hombre debe llevar consigo en forma no de culpa, sino de conciencia.



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EL POEMA que va en busca de la luz definitiva acabará encontrando el resplandor que antecede a su propia calcinación. No habrá tiempo más allá de las cenizas para él.



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MÁS ALLÁ del umbral de la palabra, tras el enarbolado trazo de cada grafía, yace la razón profunda de su existencia: conspirar contra el olvido, cristalizando en forma de concepto el irrepetible soplo de lo que fluye hacia la nada.

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