sábado, 28 de abril de 2012

Diana




LA FLECHA
como un siniestro pájaro invisible
atravesó la espesa transparencia,
entró por la ventana
del hogar neblinoso
y palpó con sus labios de serpiente,
con su lengua funesta
la calma de la noche
interrogando acaso cada objeto
con su ojo de basalto.

Buscó en las sombras
los ejes de la casa,
el pasillo sin ángulos, la ruta
hacia el dos veces blanco
                                      mapa
de tu cuerpo.

Te encontró, finalmente
te encontró en la estancia,
sobre el tálamo exhausto de belleza,
en el lugar preciso
en que la flecha
se inmoló por la muerte
mientras tu propia muerte a medianoche
acontecía
como un siniestro pájaro invisible
trinando en tu garganta traspasada.

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