lunes, 26 de marzo de 2012

Apuntes XV


UNA BANDERA oscura y silenciosa
ondea en los pensamientos del vencido.





AL VER la huella en mitad de la primera nieve, la hendidura blanca inscrita en lo blanco cuya forma era delatada por un contorno de sutiles sombras tan particular como fugaz, supe que todo aquel que afirma su tránsito huye en realidad





LA IMPORTANCIA del pensamiento utópico, devaluado de nuestro marco histórico contemporáneo, no está tanto en su facticidad como en el enclave que puede ocupar dentro de nuestros baremos éticos, ya que si lo transformamos en horizonte desde el que ubicar nuestros valores, estaremos creando un espacio abierto y repleto de perspectivas, un territorio mental cuyos puntos cardinales, una vez definidos con coherencia, nos posicionarán dentro del humanismo.





TODA HUELLA es un paso coagulado.





MIRAR AL cielo es casi siempre un acto que interroga. Por eso Occidente ha olvidado levantar su rostro hacia esos parajes. Al colarse en la cadencia con la que articulamos nuestras preguntas cierto tono imperativo junto a una ansiosa sed de respuesta inmediata, hemos acabado por creer que por encima del horizonte no hay nada digno de nuestra duda. Los ángulos que hoy dominan nuestra mirada, paralelos o inferiores a noventa grados con respecto al asfalto que pisamos, sólo se quiebran cuando desplegamos esa fuerza exclamativa y burda que es mirar por encima del hombro.





 
CONOCER LA niebla, hundir en ella la mano escribiente, extraer de ella el fruto polvoriento y soplar hasta que el corazón se encienda como un ascua.







LA SÓLIDA y robusta vértebra que sostenía la cabeza del ciudadano, permitiéndole otear, desde la ética y el pluralismo, el horizonte del deber ser, ha sido extirpada y sustituída por un cartílago tumefacto que se alimenta de productividad y competencia. Se trata, ese cartílago forjado en el seno del materialismo histórico, del llegar a ser, el cual impide que la cabeza del ciudadano se eleve para otear el horizonte, obligándolo a que clave su mirada y sus deseos en ese abismo de fuerzas centrífugas llamado dialéctica entre  necesidad y consumo.




 

ORTEGA Y Gasset: «..., nos parece un cuadro bello cuando sentimos que de él desciende suavemente sobre nosotros la exigencia de que nos complazcamos.»




AVANZABA A pie por la carretera que une Sheille con Hardson[...]. Poco a poco, en tanto morían las sucesivas colinas de trigo verde, fue apareciendo una casa en el oeste. El tejado de pizarra a dos aguas reflejaba el resplandor rojizo de la tarde con la misma intensidad que el sol arroja sobre la tierra la última luz del día, por lo que ninguna diferencia lumínica era notoria entre la fuente de origen y su reflejo[...]. Al entrecerrar los ojos aquella indistinción se acrecentó[...]. Me encontraba ante dos figuras semejantes, dos centauros luminosos reinando sobre aquel horizonte levemente ondulado, como si la identidad exterior, tanto de la casa como del astro, fueran sólo un asunto de proximidad y nitidez[...]. El sol, en el oeste magnético, y la construcción, varios palmos a su izquierda, se convirtieron para mí en algo así como flores de una simetría extraordinaria y, por lo tanto, descendientes de una sola raíz, de una misma esencia que, automáticamente, supe impenetrable[...]. Yo era el hombre que mira y nomina las apariencias, el observador que clasifica superficies mediante palabras; un mero espectador que se acerca y se aleja como la lente de un telescopio que sólo otea el resplandor de seres fenecidos[...]. La realidad última, la estructura del gran escenario, jamás me sería revelada.





CUANDO EL niño dejó de sonreír el títere comprendió que el hilo se había roto.





COMO QUIEN enciende un cirio y espera a que la llama devore la noche, así encenderás tu mente.




UN ÁNGEL que huye: una desbandada de luz bajo la bóveda.





ESCRIBE COMO si convocaras al universo tal testigo.

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