jueves, 29 de marzo de 2012

Apuntes XVI


LOS LAURELES de esta gloria presente serán los funestos lotos del olvido futuro.





DEBEMOS SOSPECHAR de aquellos que nos dicen hazte un nombre, te estás haciendo un nombre, hay que hacerse un nombre, pues atribuir una presunción de control a través del reconocimiento nominal, sea en la materia que sea, no es más que una forma empleada por la prepotencia para esclavizarnos. Y es que el que nos dice hazte un nombre, te estás haciendo un nombre, hay que hacerse un nombre, realmente nos impele a poseer una identidad subordinada en función de una técnica, un apoyo basal que afirme y distinga nuestra presencia del resto de presencias a través de la instrumentalización del yo concebido como espectáculo, como si no bastara, en el caso de las diferentes artes, la creación misma junto al movimiento de difusión que se despliega con respecto a su calidad, y fuera capital ese ir de tertulia en tertulia, de plató en plató reafirmando ya no el objeto de trabajo que realmente dignifica al creador, sino la hechura identitaria, la cual, al convertirse en centro, no es sino un bastón cuya utilidad estriba en mantener en pie un ego gris que se ha consumido en la hoguera del efectismo y que, sin un nombre forjado a base de aplausos y una reputación que reverbere como un trueno, muy probablemente rodaría como un guiñapo por las escaleras de la vacuidad.





EL LIBRO de la noche es como un ángel
que reune entre sus páginas la ley
de un mundo nunca dicho, vislumbrado
apenas por el huésped del silencio.





LA RELIGIOSIDAD como concepto absoluto de la existencia no nos conducirá nunca a la casa de lo humilde y lo sencillo, sino que guiará nuestros pasos hasta ese templete de oro falso en el que habita el animal de lo burdo y lo simple, ese enorme becerro de ojos huecos al que sublimaremos hasta convertirlo en objeto de culto, cosa sagrada, moralidad sin contraste.





RECORRIÓ EL mundo, se conoció a sí mismo y se dejó envolver por la satisfacción. Ahora está totalmente perdido, pues no sabe qué infinitas distancias, qué desconocidos parajes habrá de salvar para, de este modo, obtener un conocimiento del mundo que lo satisfaga.





MIENTRAS QUE el enunciado es un sistema unidireccional, algo así como una línea que se mueve de A hasta B y que tiene como núcleo motivacional transferir una información cerrada al receptor; el verso es un estado de lenguaje que posee como rasgo estructurar una esfera connotativa, un óvulo en perpetuo estado de gestación que tiene como centro un proceso estético subordinado a la interpretación.





PAUL VALERY: «Cuando la obra se ha publicado, la interpretación que de ella haga su autor no tiene más valor que la de cualquier otra persona.»




OTRA VEZ los hipnoedros.

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