viernes, 9 de marzo de 2012

Salamandra roja



In girum imus nocte et consumimur igni


I


ENCARAMADA AL pámpano brillante
o quieta contra el friso de la noche
está la salamandra.

Bajo el signo lunar de los jardines
su piel es el contorno de un silencio
que nadie ha comprendido;

sus ojos son antorchas
girando en torno a un tiempo
que nunca se sucede,
pero en el cual se oculta un corazón
de eternizados ciclos.

Antes de todo origen y después
de toda destrucción,
juzgando la premura de las sombras
que bailan ante el sol de las infamias
ella es la que fue,
la que será:

el testigo más puro,
cristal que se convierte en un espejo.

Desde su claridad
contempla nuestro error y nuestro verbo
confrontando,
tal esfinge de un dios que nadie sabe,
el fruto de lo inmóvil
y el tránsito del aire.


II


Cercada por los astros
que bañan la Región de los Cuchillos,
cómplice de la estatua y del otero
la salamandra roja se hace abismo
y mezcla con el fuego su figura.

El silencio de un mundo inveterado
se funde a su sigilo
como el hálito
fundióse a nuestra arcilla,
tal es el universo que la envuelve
y la oscura conciencia que la impele
a pulsar los estáticos acordes
que brindan permanencia a lo que existe.

Mas cuando se desplaza
su cuerpo es una hoguera
de mínima silueta;
el acerado filo de la luna
labrando en las cornisas una curva
de mármol o diamante:

la extremidad profunda de la noche.


III


Un ínfimo extenderse de tu masa,
un relampagueo
que engulle unos segundos la tiniebla
bastan para que un cambio se convoque
en la mente del hombre
que labra las esferas,
resuelve el acertijo...

La noche se despide, nace el día.

Qué haras,
tú que conoces
la línea divisoria de los siglos,
el ritmo cadencioso de los astros,
el orden que los vientos
imponen a la lluvia;
qué casa subterránea ocuparás
cuando el reino solar nos empuje a la vigilia
y pase la embriaguez como una nube.

Fruición de luz, zafiros y basaltos,
salamandra
que harás cuando la aurora nos reclame
y cesen nuestros círculos nocturnos
y seamos consumidos por un fuego
que no te representa
olvidando tu norma y tu equilibrio
como olvida el durmiente al despertar
los dones que en el límite encontró.
(La salamandra roja)

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