lunes, 8 de abril de 2013

Pensatiempos y Pasamientos V






Al igual que a cierta temperatura el agua reaviva el fuego, a cierta edad la pasión es reavivada por la serenidad.  




La velocidad de la imagen, en el mundo actual, es la de la luz. Y aunque lo inmediato y lo instantáneo se encuentran subsumidos a ese límite físico aparentemente infranqueable, debemos tener claro que el espacio entre emisión y recepción ya no es un topos en el cual se establece un proceso consecutivo y evidente de información, sino que se ha convertido, dicho espacio, en una complejísima membrana (entorno virtual) en la que resulta prácticamente imposible trazar, a tiempo real, el proceso de un dato desde que parte de su fuente de emisión hasta que llega a su fuente de recepción. Esto, curiosamente, implica que un trayecto de información sólo pueda trazarse a posteriori, en el futuro inmediato al hecho comunicativo.    




Una vez contemplado el mundo con ojos más primitivos que la noche, las ciudades aparecieron de pronto como confortables jaulas luminosas.




Niños irreales como serpientes de plata.




Cuando me topo con uno de esos cerdos morales cuya ansia por elevar calumnias lo ha enceguecido hasta el punto irretornable de la estupidez, no dudo en colmar una bandeja con mis propios excrementos y, seguidamente, arrojárselos para que, como buen cerdo que es, juzgue la textura, la forma y el sabor con todo el esmero que su retorcida estupidez le permite. El cerdo, ademas, no contento con saborear, olisquear y palpar las heces por sí solo, suele recurrir, como animal social que cree ser, al acto de convocatoria, reuniendo a su alrededor toda una comitiva de experimentados coprófagos que, al fin y al cabo, lo único que hacen es entregarse a un banquete excrementicio y nauseabundo procurado por mi fisiología.  




Esa ingenua y poco meditada disposición que tienen los mediocres para ser groseros suele venir refrendada por una obscena confianza en los argumentos más falaces.




Sólo integrando los discursos al fluir de la subjetividad lograremos encauzarnos hacia el mar de la tolerancia. Antes, claro está, debemos emancipar razón y verdad, vinculando lo primero a opinión y descartando lo segundo como una persona instruida descarta de su acervo lingüístico ciertas muletillas. 



Para un diccionario de filosofía postmoderna: TV: deber ser antikantiano. 

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